“Existen indicios claros que este segmento está volviendo a un estado dominado por deformación intersísmica”

Un terremoto de Mw 6,7 sorprendió a los habitantes desde la región del Biobío hasta la de Los Lagos. Según el SHOA, el movimiento no reunió las condiciones necesarias para un tsunami peligroso. Con posterioridad una serie de eventos de menor dimensión mantuvieron expectantes a las autoridades y habitantes.

En tal contexto, los investigadores del Anillo Precursor, Marcos Moreno, Daniel Melnick, Francisco Ortega y Roberto Benavente escriben:

Es muy probable que la actividad sísmica actual, en el área donde ocurrió el terremoto de 1960, aún esté afectada por los efectos prolongados de este gran evento sísmico. Éste fue tan grande (Mw9.5) que desencadenó un periodo postsísmico en el cual, hasta el día de hoy, se pueden medir deformaciones en la superficie de la tierra producto de la relajación de los esfuerzos inducidos por el terremoto. Estos efectos han ido decayendo y ya existen indicios claros que este segmento está volviendo a un estado dominado por deformación intersísmica, que es el periodo donde lentamente se acumula energía que será liberada en un próximo gran terremoto.  

Los procesos de deformación mencionados se pueden ver en datos de instrumentos GPS, los cuales han registrado que las zonas costeras se mueven (desde alrededor de dos décadas) hacia el este producto del acoplamiento en profundidad en el contacto entre la placa de Nazca y la Sudamericana. Evidencia que este segmento ha vuelto a acumular la energía suficiente para comenzar a producir nuevos terremotos, ejemplo de esto fue el sismo Mw 7.6  en Chiloé,  el 25 de diciembre de 2016.

En zonas de subducción como en Chile, la placa oceánica está constantemente colisionando y hundiéndose bajo el continente. En la zona más somera de este contacto (hasta profundidades de 50 km) las placas se traban debido al roce entre éstas, acumulando lentamente la energía que será liberada en un gran terremoto. Estos terremotos de interplaca (que ocurren en el contacto de ambas placas) son los eventos sísmicos de mayor magnitud, y ejemplos de este tipo de terremotos son los ocurridos en 1960 (Mw 9.5) y 2010 (Mw 8.8) en Chile. 

Pero también ocurren terremotos que ocurren al interior de una placa, denominados como terremotos intraplaca, los cuales suelen ser de menor magnitud pero pueden producir gran daño dependiendo de la profundidad a la que ocurren. Los terremotos intraplaca que ocurren en la placa oceánica, como es el caso del terremoto Mw 6.7 del 27 de diciembre de este año, están relacionados a la mecánica que controla el constante movimiento de la litosfera oceánica bajo el continente. Es decir, tienen que ver con la flexura o curvamiento de la placa oceánica al comenzar a subductarse bajo el continente. Por otro lado, los terremotos que ocurren al interior de la placa oceánica a profundidades mayores a 50 km,  bajo la zona de contacto interplaca que se encuentra trabada, están mayormente relacionados a un proceso de extensión de la placa, ya que esta comienza a estirarse  al caer por efectos de la gravedad.

El terremoto del 27 de diciembre de 2020 ocurrió cerca de la fosa (límite superior entre ambas placas, que se encuentra bajo el mar), a una profundidad de 10 km, es decir dentro de la placa oceánica. Su mecanismo indica movimiento en una falla normal, es decir una extensión relacionada al doblamiento o flexura de la placa oceánica. Estos tipos de terremotos han sido observados después de la ocurrencia de un gran terremoto interplaca. En Chile este tipo de sismicidad extensiva se concentra en la región del terremoto de Valdivia de 1960, y hacia el mar del terremoto de Maule de 2010. Es decir, este tipo de sismicidad ya ha ocurrido en este segmento.

Tal vez la diferencia es que ya han pasado 60 años desde la ocurrencia del terremoto de 1960 y esta área ya está en una etapa intersísmica, aumentando la flexura en la placa oceánica, o símplemente el evento del 27 de diciembre ocurre como en respuesta a la flexura de la placa oceánica de Nazca debido a que está siendo subducida bajo la placa SudAmericana. En cualquier caso,  un análisis detallado de este tipo de eventos nos puede ayudar a entender mejor la relación que existe entre la mecánica de la placa oceánica y los esfuerzos que se acumulan en la interface de subducción.

Presumiblemente los eventos extensivos intraplaca cercanos a la fosa representan fallas que están cercanas al límite de ruptura, es decir que pequeños cambios de esfuerzos pueden producir este tipo de terremotos. Así pueden ser indicativos de procesos que ocurren en el contacto de las placas (que es lo que nos preocupa, ya que acá ocurren los grandes terremotos), como movimientos lentos (terremotos lentos) que eventualmente pueden gatillar eventos mayores. Si bien no se conoce hasta ahora con certeza la relación entre estos terremotos intraplaca y la posterior ocurrencia de terremotos interplaca, es muy probable que exista una relación mecánica, por lo que se debe seguir monitoreando para comprender mejor estos procesos. La extensión generada por este tipo de terremotos puede también afectar los esfuerzos en la interfase entre placas. La zona afectada por el gran terremoto de 1960 está despertando sísmicamente, ya podría existir energía para comenzar a producir terremotos interplaca en los próximos años.

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